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Besos

Besos en el vacío y canciones quietas de porcelana,

telarañas en el esqueleto del arrepentimiento,

caricias apagadas como fuego en la piedra y un lloroso monumento.

Mañana las manos congeladas se abrazarán como la hiedra,

como la tibieza de una serpiente muerta.

Un sol pequeño ilumina esta habitación oscura

ojos enormes de colores muertos y mentiras verdes,

irreversible abandono de cabellos finos y decepciones gruesas como la distancia,

y las hojas que caen como lágrimas de árbol y calendario se deshacen tristes

en el suave caldo de la pena. 


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Meditaciones Oscuras

Un Deseo

 

El techo oscuro de su habitación lo recibió primero, siempre era la primera cosa que podía ver al despertarse cada día. Pasaba un rato tratando de acomodar los ojos a la cantidad mínima de luz de esas horas, además de usar un poco de tiempo en disfrutar un par de vueltas sobre las sábanas tibias y bajo la manta abrigadora.

Sin embargo, cuando despertó esa mañana ni siquiera había comenzado a salir el sol. Despertó, como muchas otras veces, por causa del bullicio, por culpa del escándalo en los pisos inferiores.

Igual siempre hay gritos en los pisos de abajo.

No pudo dejar de pensar mientras abría sus ojos;

_ ¡mierda!, siempre hay alboroto en los pisos de abajo.

Ojalá se callaran todos, para poder seguir descansando y durmiendo, descansar su cabeza y su mente de todas esas voces estúpidas, de esas conversaciones sin importancia de las peleas y los gritos y de todo el ruido, ojalá desaparecieran todos, ojalá la única persona sobre el mundo fuera él y nadie más.

_ ¿pero a esta hora? ¿Qué hora es? Maldición, las cinco de la mañana.

Volvió a pensar, solo que esta vez lo hiso en voz alta;

_ escándalo en el primer piso… y a las cinco de la mañana.

Era demasiado temprano para que estos infelices desempleados comenzaran ya con sus estupideces.

Como no podía hacer otra cosa se asomó por la ventana, hacía frío y la piel protestó con fuerza cuando una corriente de viento helado se coló al abrir el marco y asomar su cabeza. Estaba tan gélido que se vio obligado a primero buscar con qué abrigarse, y luego averiguar qué demonios pasaba en la calle.

Afortunadamente un viejo chaleco a los pies de su cama le ayudo con esa tarea.

Volvió entonces a observar de qué trataba el desorden que lo había despertado, era evidente qué algo importante estaba pasando, en la calle una patrulla de la policía se encontraba con sus balizas encendidas, detenida en la puerta de su edificio mientras una pareja de policiales se encargaba de desviar el transito y acordonar el área, evitando de esa manera el acoso de los curiosos y de algunos peatones habituales que llegaban a esas horas e intentaban descubrir qué estaba pasando.

Entonces no tuvo que esforzarse mucho para ver lo que claramente era un cuerpo femenino a un costado de la patrulla, casi en la portería del condominio, un cuerpo roto y ensangrentado.

Al mirar un poco más allá de donde estaba ese primer cuerpo cerca de la patrulla, pudo ver otro cuerpo femenino en las mismas condiciones y unos metros adentrándose en la calle otro cuerpo más, un hombre tal vez. Y frente a él un cuarto cuerpo y luego un quinto y casi al terminar la pequeña avenida, un sexto y séptimo cuerpos tirados en el piso.

Algo terrible había pasado durante esa noche, ese pensamiento consiguió despertarlo completamente y aclaró su vista de manera que pudo darse cuenta que eran muchos más los cuerpos desparramados a lo largo y a lo ancho de su vía, todos en el mismo estado, ensangrentados y reventados, podría decirlo sin vacilar aun a esa distancia.

Eran muchos los observantes que se habían acercado a husmear, tal vez por curiosidad, tal vez por morbo, aunque posiblemente la razón principal fuera el miedo colectivo.

¿Qué es lo que pasó durante la noche?

Cómo es posible descubrir de la nada tantos cuerpos muertos, será acaso un sueño…

No, hace demasiado frío como para estar soñando.

Más perturbador aun le resulta a Ariel la bulla a su alrededor, la gente que se ha agolpado en la entrada de la calleja comenta en voz alta sus temores; algunos hablan de demonios, asesinos seriales, neonazis (la idea lo hizo sonreír), pandillas, drogas, otros de extraterrestres y la mayoría de los idiotas habla del fin del mundo. Todos tienen siempre algo que comentar, sin embargo nadie tiene ni una puta idea de lo que puede haber pasado.

La policía toma notas y fotografías, al verlos desde la altura Ariel piensa que simplemente son unos curiosos más y que nadie sabe lo que está pasando.

Pasados unos minutos llegan más patrullas y acordonan completamente el sector, intentan cegar a un número grande de testigos, sellan la calle y la manzana, pero todo sigue pareciendo muy raro e inusual, casi como una broma gigante.

¿Podrá ser esto obra de una persona, o de un grupo de personas?

¿Personas?

¿Qué clase de animal podría haber asesinado tan brutalmente a tanta gente en solo una noche? 

Nadie entiende y Ariel sigue asomado por su ventana, observa y analiza el escenario.

¿Es este su problema, lo involucra?_ piensa.

No es su problema de ninguna manera, el desagradable ruido, ese sí que es su problema, o el frio… esa gente tirada en el suelo, Ariel no los conoce, no sabe quiénes son ni quiere saberlo, solo quiere seguir durmiendo, calcula que le restan al menos dos horas más para seguirlo haciendo antes de levantarse y salir hasta su trabajo.

 Regresa a su cama y se arropa, se acuesta y se abriga, hace mucho frio pero logra dormirse de nuevo.

¿Podría Ariel haber ayudado en algo?

Probablemente no tenía manera alguna para ser de ayuda, aunque tampoco le interesaba ayudar a nadie.

Además pronto averiguaría a través de la prensa o de los vecinos qué mierda había pasado la noche anterior.

Para qué perder tiempo bajando si ese tiempo lo podía ocupar durmiendo.

Inclusive hasta en este momento confuso pudo soñar mientras descansaba.

En el sueño las calles de la ciudad tenían un tono anaranjado, no por el sol, si no por alguna sustancia parecida al oxido que fue tiñéndolas poco a poco y durante mucho tiempo. Ariel caminaba desnudo por ellas mientras cantaba melodías cristianas a la vez que sus pies se iban desgarrando debido al roce contra el pavimento áspero.

De pronto una avecilla pequeña se detuvo sobre su hombro y le dijo: “observa el cielo como se cae a pedazos”

Pero a Ariel le pareció todo normal cuando alzó la vista.

“No veo nada” le respondió con desinterés como si fuera una conversación de lo más trivial.

“El cielo se cae y sangra”, agregó el pequeño alcaudón antes de echarse a volar lejos y fuera de su alcance.

Entonces desde lejos pudo ver como se le acercaban galopando a toda velocidad al menos una docena de caballos blancos, solo manchados por un hilo de sangre espesa que brotaba desde los costados de su cabeza. Al acercarse lo suficiente vio que los ojos les fueron arrancados de sus cuencas.

Uno de ellos, probablemente el macho alfa lo miró a través de sus agujeros y le dijo:

“Todos sangramos hoy…tú sangrarás hoy”, e inmediatamente tras  un fuerte resoplido se echó a correr por las calles y todos los demás animales con él.

 

 Entonces a las siete de la mañana, como todos los días, sonó su reloj despertador. Lo apagó y se tiró con energías fuera de la cama, caminó hasta el baño y parado frente al espejo recordó el sueño anterior:

“Qué cosa tan rara”, murmuró antes de desnudarse y entrar al cubículo de cerámica donde se dio una buena ducha que lo ayudó a despertar. La mañana era muy helada y se preparó un café y tostadas, recién en ese momento notó que no sentía ruidos, ni bulla, ningún alboroto, nada de autos ni conversaciones. Ariel vive solo en un tercer piso y las delgadas paredes no ofrecen protección contra el ruido, ya estaba habituado a escuchar el canto de los pájaros por las mañanas, el circular de los autos, gente que conversa al caminar, los tacones de las mujeres que se mueven por el pavimento. Probablemente (pensó) la cuadra sigue acordonada, pero aun así debiera escuchar a los policías y a los investigadores hablando abajo, tomando más fotografías y midiendo el lugar.

Volvió a asomarse por la ventana.

Abajo en la calle no había nadie, en frente en el próximo edificio nadie se asomó tampoco por la ventana, a los lejos en las avenidas adyacentes por dónde el tráfico debiera estar pasando temprano como siempre, tampoco había movimiento alguno, en el cielo no había pájaros, las ramas de los árboles estaban desnudas por culpa del otoño, ahora tampoco se vestían de aves.

En el suelo no estaban los perros ni estaban en las cornisas y balcones los gatos de sus vecinos ni otro tipo de mascotas, no había ratas y no estaban los cuerpos, ni la policía ni los inspectores ni los curiosos, simplemente no había nadie.

Será que sellaron todo el lugar y no le permiten a nadie llegar hasta allí… esa puede ser una razón por lo que no le dio mayor importancia.

Ariel a continuación salió hacia la calle, al bajar las escaleras no se encontró con ningún vecino, caminó en la dirección acostumbrada y en su camino no vio a nadie, al doblar en la esquina y seguir por esa arteria pensó que en las siguientes cuatro cuadras hasta llegar al hospital en donde trabaja, era seguro que se cruzaría ya con alguien.

No fue así.

Al llegar al hospital, en la entrada no hubo quién lo saludara, ni los paramédicos ni las ambulancias estaban en la puerta como es costumbre, nada de gente esperando en las afueras y adentro, los pasillos, las oficinas y los boxes se encontraban vacíos.

¿Habrá manera de saber qué está pasando?, recordemos que hace unas horas descartó de plano que esto fuera solo un sueño, la fatiga que está sintiendo se lo confirma.   

¿Cómo es posible que hubiera desaparecido toda la gente?

Ojalá desapareciera toda la gente.

Ariel es un solitario, tiene una marcada vocación de ermitaño.

No le gustan los niños, no le gustan las mascotas, no le gustan sus “amigos”. Lo que le gusta es estar solo.

No le acomoda en nada el contacto con las demás personas y es raro que su elección sea la de trabajar como doctor, porque precisamente esa profesión lo obliga a estar siempre en relación con la gente. Y en el mejor de los casos además, se esperaría que un facultativo como lo es él, se interesara por el bienestar  de quienes le rodean.

A Ariel eso le importa una mierda.

Y ahora al fin está completamente solo, vive en un pueblo fantasmal, sus habitantes ya no existen más, es parecido a esas viejas ciudades salitreras que quedaron vacías e intactas, una vez que sus moradores decidieron abandonar el lugar.

Como un enorme Chernobyl cuando las personas escaparon ante el desastre del reactor en el ochenta y seis, y dejaron atrás hogares amoblados, recuerdos, fotografías, suciedad, comida… todo lo contaminado.

¿Estará su ciudad contaminada? ¿Será que no supo de la evacuación por estar dormido?

Es ridículo, alguien golpearía a su puerta para dar aviso del procedimiento, cómo se enteró el resto de la gente que tenían que huir.

Entonces las preguntas lógicas son;

¿Huyeron o fueron sacados de la cuidad?

¿Qué pasó con los cuerpos que estaban deshechos en el piso?

El había contado claramente nueve cuerpos, pero al observar con detención pudo ver cientos de ellos esparcidos en la calle. Qué pasó con los investigadores, con la policía, qué pasó con los curiosos y qué les pasó a sus molestos vecinos. Ariel no lograba explicarlo.

Son muchas las preguntas sin respuestas y ha pasado ya media mañana. Caminó entonces por el vecindario, los parques que normalmente rebosan de vida están desiertos, no hay niños jugando, no hay niñeras paseando ni vendedores de globos ni se encuentra abierto el puestito de las golosinas, nadie ofrece el periódico en esta mañana congelada.

Los viejos que juegan ajedrez en el parque ya no están y ellos siempre están.

Ariel no puede quitar de su cabeza esa sensación extraña, puede decirse que es arrepentimiento por no haberse quedado observando hasta el final durante la madrugada. Tal vez así se hubiera enterado de lo que pasaba, tal vez así él también estaría fuera de la ciudad. Cómo pudo dormir tan pesadamente que no escuchó la evacuación.

Y regresó a su edificio, golpeó en el primer departamento el 1ª, el del casero, que no estaba dentro de la habitación. La puerta estaba cerrada pero sin llave, por lo que solo giró la perilla y pudo entrar. Llamó varias veces y nadie respondió. Sobre la mesa un par de tazas de café servidas, en el cuarto la cama deshecha, en las paredes muchas fotos todas en sus marcos colgadas, el armario lleno de ropa.

Dejó el apartamento y subió hasta el segundo piso, ahí hay una mujer que siempre lo está vigilando, una de sus vecinas desagradables, una de las personas que insiste en inmiscuirse en su vida. Si alguien sabe lo que está pasando será ella, ella siempre sabe los horarios de todos los habitantes. Golpeó a su puerta varias veces y cada vez más fuerte, nadie abrió.

Ariel no creció solo, nunca fue un chico retraído, tenía hermanos, era querido por sus amigos, pero poco a poco y mientras crecía fue desarrollando una mala opinión de la gente que lo rodeaba, los consideraba a todos imbéciles y le molestaba la falta de motivación, la falta de agudeza intelectual, esa idiotez general le resultaba frustrante. No podía entablar una conversación medianamente inteligente con ninguno de sus conocidos y eso hizo crecer su indiferencia ante esta gente.

Había pasado ya casi medio día en soledad cuando lo sobresaltó un ruido tremendo a sus espaldas, al volverse rápidamente pudo ver un cuerpo cayendo sobre el techo de un kiosco de los que había en la calle, luego otro ruido igualmente aterrador por lo que significaba, y otro cuerpo humano cayó esta vez sobre el pavimento de la vía, al mirar hacia el cielo eran miles y cientos de miles los cuerpos que estaban cayendo desde el cielo, apenas pudo refugiarse en la entrada de uno de los edificios cercanos y así pudo ver como estos innumerables seres caían sobre todo a su alrededor. Árboles, arbustos, buzones, empalados en rejas, en mástiles en postes, sobre carros, automóviles, buses, sobre los techos y jardines, sobre otros cuerpos.

Quedaron esparcidos en todo el suelo y hasta donde alcanzaba la vista.

Cuando dejaron de caer Ariel se acercó para observar con cuidado y pudo darse cuenta que en un susurro casi inaudible, todos estos cuerpos, uno por uno hablaban en un dialecto desconocido y perturbador.

Pero esto es imposible, el golpe descomunal y la altura de la caída no permitían que estos se encontraran aun con vida.

¿Era eso vida?

Eso no lo era.

La escena es absolutamente grotesca, toda la ciudad cubierta de entes, no los llamaremos personas. Todos en un estado lamentable de descomposición y agonía y todos al mismo tiempo susurrando o gritando con cuerdas vocales podridas en un siseo de serpiente como el lenguaje de Herpo “el loco”, quién puede saberlo.

El eterno murmullo sin pausas, Ariel ya no podía soportarlo más, aun tapando sus oídos con ambas manos el ruido apagado e inentendible le parece una tortura.

¡Cállense! ¡Por el amor de Dios, cállense!

El miedo y la desesperación se apoderaron de él, qué podía hacer para callar estas cosas que estaban hablándole, porque aunque no podía entender sus palabras, de alguna manera estaba claro que era un mensaje para su persona. No era un mensaje, era una especie de burla.

Qué hacer ahora solo en medio de tanta masa retorcida en el piso de su ciudad. Imposible ayudarlos, imposible ignorarlos en este momento.

Y se echó a correr hacia la carretera, con una desesperación absoluta y la ingenua ilusión de pensar que, cruzando la carretera podría dejar todo el infierno detrás.

Al llegar lo supo de inmediato, no sería así.

 

Un anhelo

 

 Pensamiento 1     

“No ha pasado mucho tiempo desde el día en que me vi solo en este lugar desierto, casi no recuerdo lo que era escuchar el canto de los pájaros o las risas de los niños.

Es casi cierto cuando digo que antes me eran una molestia, pero ahora puedo decir con honestidad que quisiera cambiar el día en que desperté y no volví a oír nunca más el ir y venir de las personas por la calle, los pequeños gritando en sus juegos e incluso las peleas y las voces de mis vecinos.

Nunca tuve la capacidad de medir con certeza el tiempo, pero han pasado meses desde la última vez que tuve contacto con otra persona, han pasado muchos días desde que me asomé por la ventana y pude ver esos cuerpos esparcidos por la avenida. Y al despertar más tarde esa misma mañana, ya no quedaba nadie más que yo.

Ya no soporto el silencio”.

 

Pensamiento 2

“ya no quiero estar solo”

 

 

Las noches eran la peor parte, Ariel podía ver por su ventana las sombras que corrían por todos lados, las sombras de mujeres paseando carritos o mejor dicho, paseando las sombras de carritos mientras hacían sus compras habituales. Contornos oscuros de hombres sobre automóviles inexistentes, niños pateando balones nubosos idénticos a su propia niebla. En los rincones cerca de los basureros miles de ratas oscuras devoraban la poca carne que quedaba en los cuerpos podridos que aun se encontraban tirados en el mismo sitio de siempre. Al mirar con mayor atención se pudo dar cuenta que esas ratas solo eran negras sombras, una especie de malévola imitación.

Entonces la angustia podía haberlo asesinado, cuándo esas cosas entrarían hasta su hogar… eso no podía saberlo.

Los sueños también eran parte de su tormento, las voces que le hablaban a través de animales mutilados y sangrientos le advertían que ya no podría escapar, sin importar cuantos intentos hiciera.

En varias ocasiones intentó quitarse la vida, pero sin importar la manera en que trató de hacerlo, ningún arma parecía poder herirlo. Las hojas de los cuchillos se estrellaban contra sus muñecas si poder abrir sus arterias y ninguna altura parecía ser suficiente al momento de estrellarse contra el suelo, simplemente nada pasaba. Tampoco sintió dolor, solo miedo.

 

Hace tres días la mañana fue completamente distinta a las pasadas, al despertar podía escuchar susurros desde todas las direcciones, millones de voces apagadas sincronizadas en una sola palabra repetida hasta el infinito.

Ariel, Ariel, Ariel, Ariel, Ariel, Ariel, Ariel… y luego de unas horas sin parar; Ariel, Ariel y Ariel.

Al incorporarse no supo si estar agradecido por volver a escuchar una voz humana o echarse a llorar por esta maldita tortura.

Salió medio vestido hasta la calle y no vio a nadie, nada para explicar aquellas voces.

Comenzó entonces a recorrer una vez más las calles cercanas sin tener un rumbo definido; pasó por algunas iglesias y frente a algunos teatros, colegios y centros de atención. Pero allí no había nadie. Los cuerpos que antes vio seguían en las mismas posiciones despidiendo el mismo olor asqueroso que lo estaba acompañando por tanto tiempo.

 De pronto pudo verlo, al final de ese callejón un hombre de pie mirándolo fijamente y este al ver que Ariel lo había descubierto le hiso una seña para que este ser acercase. Ariel corrió rápido hasta el lugar pero unos metros antes de llegar se detuvo al estrellarse contra una barrera invisible, una especie de niebla impenetrable y transparente que lo separaba de algo increíble. El hombre era una versión mucho más vieja de él mismo y se veía evidentemente más feliz.

Trató de hablar pero inexplicablemente sus cuerdas vocales se negaron a emitir sonido, el hombre, el Ariel viejo hiso un gesto para aclararse la garganta y habló:

“Esto es lo que quisiste por mucho tiempo, al fin estás solo”

Al fin estoy solo_ repitió sin demasiada convicción y cayó de rodillas sobre el frío pavimento, sin saber si llorar por el miedo o echarse a reír por lo contradictorio y frustrante de la situación.

Decidió ponerse de pie y reír mientras el Ariel viejo se alejaba en dirección contraria sin decir otra palabra. Pasaron unos minutos y escuchó un trueno potente y al segundo la sangre comenzó a llover e inundar las calles y a mojar por completo a Ariel.

 

 

 

El parte médico es categórico; “el paciente padece una variación de esquizofrenia violenta e intratable debido al deterioro irreversible del cerebro, causado entre otras por el abuso de sustancias ilegales.  Causa probable de las alucinaciones que lo llevaron a asesinar a esa desafortunada familia, padres y niños incluyendo a sus mascotas, quienes compartían el segundo piso en un área urbana de la capital. Se recomienda la inmediata reclusión en aislamiento dentro de la institución mental recomendada por el médico tratante.

La causa de la risa nerviosa que lo ataca de tanto en tanto aun no ha sido determinada”.    


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Y el Tiempo que Todo Apaga

Yo pronuncio entre sonrisas apagadas el eco de tu nombre y
recuerdo entre colores pasados el ruido de su melodía en mi garganta.
Como olas en un estanque de ámbar, como contracciones vocales de un hombre mudo;
Tengo en la espalda una colección de aromas tristes, la picazón propia de la nostalgia.
Y si el olvido cobrara vida yo daría a luz mi propio fraude imaginario,
mi propio monstruo para adorarlo sin excusas ni abandono.
Y a la luz de los días que se acercan, duele desandar las pisadas recorridas;
Cuando el cuerpo avanza y los cristales del temor van cortando sus pasos desnudos,
la hemorragia de los girasoles penetra en una infección profunda.

Y las espinas de tus dedos se clavan en los huesos y la carne,
Y servirán mis muñecas abiertas como ofrenda al tiempo que asesina la conciencia
Y servirán mis nauseas constantes al estancamiento de la palabra,
Y pronunciaré entre susurros apagados los agónicos acordes de tu nombre.