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Mi Jenny Wren

Recuerdo claramente la primera vez que la vi, me encontraba del otro lado del andén, esperando el siguiente carro, tedioso y agotado, solo quería volver temprano a casa. Pero no volví temprano esa noche ni las siguientes, porque ahí estaba ella, de frente a mí, inquietamente bella, deliciosa, revolviendo su cartera en busca de algo que al parecer no logró encontrar.
Entonces en una fracción de segundo lo supe y me apresuré en cruzar, corrí hasta las escaleras y subí dando grandes zancadas, al llegar el tren ya se había posado hace unos segundos en su sitio, ya todos los pasajeros subieron y las puertas amenazaban con cerrarse en mis narices, así que aceleré más y entré justo a tiempo, milímetros antes que las puertas me golpearan, solo unos pasos tras de ella.
Estábamos tan cerca que podía oler la fragancia que inundaba el lugar desde de su cabello, podía ver claramente las pequeñas arrugas que se forman bajo sus ojos, me tenía completamente deslumbrado.
Al bajar del tren, unas cuantas estaciones más tarde, la seguí, no sé bien si ella estaba consciente de mi presencia, algo me dice que sí.
Caminó varias cuadras por una calle ancha, estaba tan ocupado en no perderla de vista que no me preocupaba demasiado mirar alrededor y memorizar algún punto de referencia en aquel momento, ya tendría tiempo más tarde. Y llegamos a su casa, obviamente ella varios metros por delante de mí. Me quedé un rato fuera de su edificio, observando el movimiento del conserje y las rutinas del resto de los vecinos. Evidentemente era un condominio tranquilo, pues durante las siguientes dos semanas, en las que la continué vigilando, me pude dar cuenta que en su mayoría los habitantes del lugar eran matrimonios viejos, muy pocos jóvenes visitaban el lugar, lo que para mí era una gran ventaja ya que así se reducía considerablemente la posibilidad de encontrar competencia en mi cortejo secreto.
Pasaron un par de semanas más y como dije, pude descubrir todo su itinerario;
Los lunes por la mañana sale temprano hasta su trabajo, es recepcionista en una conocida firma de abogados en el centro de la ciudad, su jornada comienza a las 9 de la mañana, nada más llegar debe contestar los teléfonos y anotar los nombres y las direcciones de los nuevos clientes. A eso de la una de la tarde baja hasta el quinto piso para comer en el casino de la empresa; sopa, ensaladas y carnes blancas la mayor parte del tiempo. Terminado el “banquete” baja rápidamente al primer piso por las escaleras, nunca usa el ascensor, y después de dar una vuelta por el lobby vuelve a subir hasta el séptimo piso, en donde está su oficina, otra vez usando las escaleras, supongo que esta rutina constante sustituye muchas horas de gimnasio.
A las 6 de la tarde termina su trabajo, aunque la mayoría de los días se queda hasta cerca de las 7 terminando papeleo y sacando llamadas pendientes.
Luego de vuelta a su hogar, casi sin detenerse, directo hasta el metro, solo haciendo algunas paradas ocasionales para mirar dentro de alguna vitrina.
Al bajar hasta el ferrocarril subterráneo nos encontramos, siempre se para en uno de los extremos del andén, y yo estoy ahí todos los días en silencio observando… observándola.
Lo más interesante de todo esto, es la cantidad de coincidencias que han colisionado de frente y por el costado entre nosotros, estas coincidencias son las que me han obligado a perseguirla y me hacen conocerla tan profundamente.
Su mirada ese día, al otro lado del andén, la forma tímida de exhibir su cuerpo, sus piernas, su distraída manera de caminar, sus manos desnudas acomodando el cabello detrás de la oreja.
Yo no debía estar esa vez en la estación… no a esa hora. Y aunque no necesito más señales, puedo enumerar varias “coincidencias” más, las que nos llevan irreversiblemente a estar unidos de la manera en la que lo estamos.
Repito que no necesitaba más señales ni presentaciones al verla esa primera vez, pero por los parlantes en la estación llegó a mis oídos su biografía completa, sus decepciones y sus metas en forma de canción:

“Like so many girls, Jenny Wren could sing
but a broken heart, took her soul away”

Lo supe sin dudas y quise entonces sanar su corazón roto, quise haberla conocido antes de las heridas, antes del destierro y antes de mi mismo y de cualquier otro.
Pero hay tiempo para solucionarlo, desde este momento podemos agradecer al destino que puso todas las cartas en nuestra mano y así recupera los días perdidos;

“Now we, spend our days, catching, up on life, all because of you… Jenny Wren”.

Ya tengo todo listo para que nos encontremos y recuperemos esos días antes de conocernos, manejo perfectamente sus horarios y rutinas, por eso mañana no estaré en su mismo andén esperando verla. Cerca de las siete y treinta de la tarde cuando baje por su calle oscura nos reuniremos y estaremos juntos como siempre debimos haber estado. Tengo lista la furgoneta y tapé todas sus ventanas, solo espero que no se asuste cuando grite su nombre (Jenny), la empuje dentro y cierre con fuerza la puerta y deseo que a pesar de la sorpresa, pueda reconocerme y estar tranquila a mi lado, porque también fue capaz de leer las señales y también sabe que estamos irremediablemente predestinados.


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Descanso

Que feliz paisaje me explota dentro del alma, amiga;
Que satisfacción ver mariposas pequeñas arremolinadas en tu rostro tranquilo,
obsequio de centellas y chilcas en tus sandalias desnudas, paseo fresco de trevo y de espino.
¿pueden mis labios soportar la ironía de llamarte amiga?
Los efímeros rayos del tiempo queman como el sol que ilumina tu espalda
Y en su quemar sereno te auguran sonrisas brillantes,
porque los años que mordían melodías oscuras dentro del recuerdo
hoy acogen tu color de terciopelo y tu semilla.
Perdón, no lo exijo ni lo imploro;
las hojas secas que aplastamos con la furia de nuestros pasos
nutren hoy un fertil valle de sensaciones donde descanzan los rencores;
Un sueño contigo amiga, vale más que mil noches en vela,
porque te ries y naciones completas sucumben en los balcones de su fiesta.
Que luminoza memoria, que precioso recuerdo,
que caricia me propicia tu presencia callada.
El tiempo ha hecho en mi pecho lo que el agua consigue acariciando rocas afiladas.