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En La Corte

Lo odio, no lo soporto, no puedo comprender porqué hizo algo así, cómo fue capaz de asesinar a la amorosa Marianne, la mujer con la que he convivido por los últimos 12 años, la mujer que me cobijó desde que me vio vagando por las calles de parís, sucio y desnutrido y que gracias a su buen corazón, me ofreció un techo, comida y un trabajo qué hacer para ella.
No volvimos a separarnos, mi agradecimiento hacia ella es infinito, pero este ladrón, este maldito asesino me la ha arrebatado, y lo tengo frente a mí en este instante, sentado en su posición frente a la corte, en frente también del juez Cassuto. Nadie aún me lo ha preguntado, pero yo estaba ahí esa noche, cuando entró a robar en la casa, vi a Marianne correr hacia el teléfono, la vi caer al piso luego del golpe que le dio este hombre en la cabeza, lo vi a él cuando la estranguló hasta quitarle la vida, quedé paralizado, no pude hacer nada. Lo vi todo, pero aún el juez no me lo pregunta.
Su abogado sonríe tranquilo a la vez que de un bolsito saca algunos papeles que deposita sobre el escritorio, mientras este animal está sudando sobre su asiento y me mira nervioso, él sabe que lo vi todo, puede percibir el odio en mi mirada, escucha sin duda la furia de mi respiración, toda la corte puede oler mi furia, estoy a punto de abalanzarme sobre él.
De pronto el juez Cassuto hace una seña a uno de los oficiales del tribunal y este se dirige hacia mi, al llegar a mi lado este hombre el juez me habla al fin: “has sido de gran ayuda y tu comportamiento ha sido ejemplar, buen chico”. Después de eso el oficial me toma en sus brazos y me saca de la sala, supongo que me lleva a alguna perrera u hogar provisional, y me siento inquieto porque aunque lo vi todo nadie me lo ha preguntado…